28 dic 2009

El "Orient Express"

El mítico “Oriente Express”, servicio de tren de larga distancia, ya no circula, se ha parado para siempre, después de 127 años de actividad.
Toda una sugestiva historieta. En la década de los 80 del siglo XIX la IIª Revolución Industrial estaba explosionando, las innovaciones científicas y tecnológicas eran continuas, entre otras, la electricidad, el teléfono, telégrafo, radio, cine, fotografía, tranvía, motor de explosión neumáticos, petróleo, productos farmaceúticos… La chulería del capitalismo monopolista apartaba a codazos a las empresas menos competentes, trust y carteles rivalizaban mundialmente, el Imperialismo, nueva modalidad del colonialismo, era la práctica común de los países desarrollados europeos, las grandes potencias se desbocaban por establecer su dominio sobre sociedades atrasadas de África, Asía y Oceanía. Europa se salía.
Gran Bretaña se instalaba, vorazmente, por todo el mundo, controlando rutas y zonas de paso, Alemania le adelantaba con toda velocidad en el aspecto económico, Francia no se contentaba con el tercer puesto e Italia, Bélgica, Holanda quedaban rezagadas. En 1885 en la Conferencia de Berlín, las grandes potencias se repartían el continente africano, troceándolo como hacen los carniceros con las vísceras de un animal muerto, bajo la atenta mirada de Bismarck, que hacía de hábil y astuto anfitrión. Había que rapiñar materias primas "por la cara", crear mercados para dar salida a los excedentes y buscar sitio en nuevas colonias a la población obrera, que crecía sin control, para quitársela de encima en Europa, porque podía soliviantarse, achuchada por comunistas socialistas y anarquistas revolucionarios.
En este contexto, el ferrocarril tenía mucho futuro en otros continentes, porque la red básica de Europa ya estaba completa. El ferrocarril en las colonias sería la vanguardia del Imperialismo, ampliaría dominios, permitiría traer materias primas a las metrópolis, vender excedentes, llevar emigrantes… El ferrocarril atraería inversiones y podría ser un negocio redondo. Capitalistas y gobernantes se beneficiarían: “negocios y expansión política”.
De este modo, se empezaron a crear redes intercontinentales: Unión Pacífico en el “Far West” americano, el Transiberiano y, también, el Oriente Express. A capitalistas franceses, ingleses y alemanes se les empezó a torcer la vista hacia el Danubio, que podría canalizar una ruta desde Paris, Danubio abajo, hacia Estambul. París reuniría los viajeros y Estambul proporcionaría el ocio, entreteniéndolos. De la civilización occidental hacia el exotismo oriental. Los viajeros ricos se gastarían sus dineros y los ferroviarios ricos llenarían sus bolsillos. Al fin y al cabo, cosa de ricos.
Solo faltaba promocionar el exotismo de Oriente, sus costumbres, su vestimenta, su cocina, su arte, su folklore, su vida... y de ello se encargaron las novelas de K. Kipling, E. Salgari, J. Verne, las Sociedades Geográficas, los libros de viajes, etc. Había que excitar la imaginación de los aburridos ricachones para crearles la necesidad de ir a Oriente.
El “Orient Express” sería un tren para ricos: cómodos vagones, sofisticados apartamentos, mobiliario y marquetería de maderas nobles, cocina exquisita, servicio personalizado de mayordomo, ambiente especial, hasta caja fuerte, todo delicadamente seleccionado, minuciosamente perfecto, con una atención refinada y cuidada. Se podría vestir de sport durante el día, pero sería obligatorio ir de etiqueta por la noche. La ruta sencilla de París a Constantinopla (Estambul), duraría 5 días con sus noches, aunque en realidad se podría prolongar más días incluso meses, porque una ruta más completa incluía estancias en las ciudades por donde pasaba, donde podían comer en restaurantes de alto copete, visitar salas de arte, escuchar conciertos en auditorios preparados, tomar café o té en salones y pasar la velada en cabarets de lujo y dormir en hoteles de ensueño. Sería un viaje con “glamour” hacia destinos sorprendentes, el viaje ideal para enamorados con dinero. Los destinatarios: la burguesía rica, la nobleza rancia, la élite, la flor y la nata de la sociedad europea.
Así ocurrió, al principio.
El cenit del “Orient Express” fue la “Belle Epoque” y durante los “Felices Veinte”, pero las dos guerras mundiales y el cambio de hábitos fueron apagando el interés de viajar en él. El éxito fue tal que llego a haber hasta 7 rutas que partían de Bélgica, Italia, Alemania… La primera, la clásica, era París-Estrasburgo-Munich-Salzburgo-Viena-Budapest-Belgrado-Bucarest-Giorgiu, desde donde en barco se llegaba a Constantinopla (Estambul). Tres ambientes: latinos, germanos, eslavos y musulmanes.
En el “Orient Express” Agatha Cristie logró que el detective Hercules Porot (“ Asesinato en el Oriente Express”), desentrañara in extremis la intriga a bordo y Iam Fleming hizo viajar en dicho tren a James Bond con la protagonista de “Desde Rusia con amor”, una película de acción y espionaje.
En 1977 terminó su recorrido hasta que lo resucitó James Sherwood, más por nostalgia que por rentabilidad, pero los sentimientos no siempre son duraderos.
El “Orient Express”, 127 años de historia, un tren para ricos, se ha parado definitivamente por la competencia de los trenes de alta velocidad y por los vuelos baratos, dicen los propietarios. A lo mejor es que ya no hay ricos o se han vulgarizado los gustos o que Oriente no es tan exótico.
¡Buen viaje para el “Orient Express”! ¡Lástima, un tren tan lujoso al desguace en una sucia chatarrería!

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