26 jul 2009

El Peñón de Gibraltar, de nuevo

Miguel Ángel Moratinos, ministro de exteriores, que cede el paso y pide perdón por donde va, visitará esta semana, oficialmente, Gibraltar. La visita está enmarcada dentro del proceso de diálogo entre España y la Gran Bretaña para solucionar el contencioso que tienen ambos países.
De antemano: a este ministro los ingleses le toman el pelo, luego se lo venden y, encima, él se excusa amablemente.

Parece ser que como “por las malas” nunca se sacó nada, Moratinos irá “por las buenas”. Se trata de tener contentos a “los llanitos” para que, con el tiempo, se vayan sintiendo integrados en España y un día desaparezca la “verja”, la frontera. Les lleva piruletas, caramelos, bollos, chicle…
Pero la realidad es que Gibraltar sigue incluida en la lista de la ONU “de territorios pendientes de descolonización.” ¡Qué vergüenza, en el siglo XXI!
Así fue la historia del robo del Peñón de Gibraltar:
A principios del siglo XVIII la Gran Bretaña se apuntó a uno de los dos bandos, que combatían en la “Guerra de Sucesión a la Corona Española”, solamente para sacar rendimiento y beneficios. Le daba igual que el rey fuera Carlos o Felipe. “A río revuelto, ganancia de pescadores”.
Yo me imagino a principios de 1704 a los miembros del Almirantazgo inglés delante de un mapamundi, extendido sobre una mesa, indicando las rutas marítimas, que había que controlar y, fijándose alguno de ellos en la situación estratégica de Gibraltar, se le ocurrió la idea:
-“Aquí”, señalando el tómbolo. “Ocuparemos Gibraltar y controlaremos el estrecho y después, ocuparemos Menorca, que tiene un puerto natural “magnificent”, y controlaremos todo el Mediterránean Sea”. Como los buitres ante la pieza a desollar. En julio de ese mismo año, sin hacer ruido, con alevosía, aprovechando que la guarnición española estaba de permiso por fin de semana (en “pase per nocta”), ocuparon fácilmente la ciudad y el Peñón. Fue fácil. El almirante Rook se plantó con su flota al hacerse de día, desembarcó, ocupó el territorio e izó la bandera inglesa. Desde allí a Menorca, donde ocuparon la ciudad, el puerto de Mahón y toda la isla.
Dos días después de la ocupación, el cabildo de Gibraltar, junto con el gobernador militar y el general de artillería, decidieron abandonar la ciudad y no prestar juramento de fidelidad a Gran Bretaña. Se votó por aclamación popular (en voz alta) pero se dejó voluntad al vecindario para marcharse o quedarse. Inmediatamente, se inició el éxodo, llevando los pendones, archivos, sellos, documentos, imágenes religiosas, libros de registros parroquiales con actas de nacimientos, defunciones y bodas, etc. Y, encabezando la marcha el regidor, se asentaron en torno a la ermita de San Roque, origen del actual San Roque y en Algeciras, despoblada y en ruinas hasta entonces.
Cuando acabó la guerra, en el Tratado de Utrech, los ingleses legalizaron el robo. España firmó: … “El Rey Católico cede a la Corona de la Gran Bretaña en plena y entera propiedad la ciudad de Gibraltar y su castillo y su puerto y sus fortalezas…” El pomposo Rey-Sol Luis XIV de Francia, nuestro aliado, sólo quería que su nieto, Felipe, fuera rey de España, aunque tuviera que compensar a los países del otro bando, cediéndoles: Cerdeña, Sicilia, Nápoles, Milán, Luxemburgo, Bélgica y a la Gran Bretaña, además de Gibraltar y Menorca, el “navío de permiso” para realizar contrabando y la trata de negros en las colonias españolas. A tener en cuenta un detalle: España sólo firmó la cesión del Peñón, pero no la cesión del istmo.
España, humillada, sin Imperio, a cambio de un Borbón, bajó en el ranking internacional del primero al sexto o séptimo puesto, en cambio, para la Gran Bretaña fue rentable la Guerra de Sucesión.
A lo largo del siglo XVIII hubo cinco intentos de recuperar Gibraltar. A destacar “El Gran Asedio”: Tropas hispano-francesas con mucha fanfarronería y garrulismo prepararon un “Gran Asedio”, que rendiría el Peñón y la ciudad fácilmente. Nada de eso. El sonado asedio duró desde 1779 a 1783, pero se levanto sin recuperar nada y con la moral por los suelos.
¡Ah el quijotismo hispánico! Como cuando la “Armada Invencible”, que acabó dispersando los galeones españoles por todas las costas europeas del Atlántico.
En el año 1.815 se produjo en Gibraltar una epidemia de fiebre amarilla. El gobernador de Gibraltar solicitó, a las autoridades españolas, la instalación de un campamento sanitario fuera de la plaza, en las arenas del istmo, siendo autorizada, por razones humanitarias, quedando instalado en el lugar hoy ocupado por el aeropuerto. Esto fue aprovechado para continuar avanzando por el istmo, hacia el norte, porque una vez vencida la epidemia no sólo no fue levantado el campamento si no que, además, colocaron unos centinelas a vanguardia.
En 1830 la Gran Bretaña nombró a Gibraltar “colonia de la Corona”. Hoy niega que Gibraltar sea una colonia, porque debería descolonizarla.
Otra epidemia en el año 1.854 sirvió de pretexto para que los ingleses volvieran a avanzar por el istmo construyendo nuevos barracones y haciendo lo mismo que hicieron en 1.815. A pesar de todas las protestas efectuadas por medios diplomáticos, los ingleses no se movieron.
En el año 1.905 el rey Alfonso XIII realizó una visita a Inglaterra - buscaba la que más tarde sería su mujer, la Reina de España - visita que aprovechó el gobierno británico para pedir que España renunciara, de una vez por todas, a recuperar “su colonia”. Como no lo consiguieron, en el año 1.908 construyeron una verja para separar físicamente no sólo lo cedido en Utrecht - castillo, ciudad, fortaleza y puerto - sino también los 850 metros, de los 1.450 que componían el istmo, apropiándose de un terreno sobre el que no tenían ningún derecho. La verja era “de acero, infranqueable, coronada con tres hilos de alambre de espino”.
En el año 1.938, cuando España estaba enfrascada en la guerra civil, los ingleses aprovecharon nuevamente los conflictos internos y, por tanto, la debilidad española para construir un aeródromo, no sólo en el istmo, terreno español, sino también en el mar ocupando fraudulentamente parte de las aguas españolas de la Bahía de Algeciras.
Franco, que, en la línea de los RR.CC. y Felipe II, pretendía que España fuera “la nación poderosa que jamás dejó de vencer”, inició las reclamaciones, empezando por plantear el problema en el Comité de Descolonización de la ONU. No le hicieron caso.
En 1954 Isabel II, coincidiendo con el 250 aniversario de la ocupación, inició su boda de miel en Gibraltar. Fue una provocación. España cerró su consulado en Gibraltar (Todas las veces que he ido a Gibraltar y he visto la placa que lo conmemora, está tachada con spray negro). Los ·llanitos”, enrabietados por el cierre del consulado, celebraron un referéndum sobre su futuro, en el que el 96% de la población optó por continuar su relación con Londres. Franco respondió con el cierre de la verja y la creación de un enorme complejo petroquímico en la bahía de Algeciras y San Roque para dar trabajo a los españoles que dejaron Gibraltar.
Los ingleses tuvieron que acudir solícitos con lechugas, garbanzos, pan, fruta…a abastecer a los gibraltareños, porque no tienen campo para cultivar. De esta forma, los del Peñón fueron incubando un odio eterno a los españoles.
Con la llegada de la democracia sólo ha habido declaraciones (Lisboa en 1980 y Bélgica en 1984), 11 rondas de conversaciones y, finalmente, en 1984 se abrió la verja de nuevo.
Desde entonces bla, bla, bla, blanqueo de dinero, contrabando, paraíso fiscal y monas, que, según la leyenda, cuando desaparezcan, Gibraltar volverá a España
Moratinos cree quesi hy unas relaciones cordiales entre las dos comunidades, con el tiempo, irán queriéndose ambas y los "llanitos" acabarán siendo españoles de corazón. Quizás los tatatataranietos, después de 5 o 6 generaciones, lo consigan y, quizás, se lo agradezcan con una placa o poniéndole su nombre a alguna calle.
Mientras tanto, nuestro ministro les lleva piruletas, caramelos, bollos, chicle...

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