10 oct 2009

"Ágora", la película de Amenábar

Amenábar es un director con talento, vocación, empeño, laborioso, en progreso y sin amarrarse al pesebre, buscando las subvenciones “culturales” del poder. Es el mejor, con diferencia, de los directores de cine españoles. Que no se le compare con Almodóvar, obsesionado por el dinero y premios. Para el manchego es más importante su productora “el Deseo”, que la retahíla en serie de sus propias filminas. Sin embargo… ¿Cuál es el propósito de Amenábar en “Ágora"?
¿Hacer una película para entretener, contemplar a gusto, saborear, una obra artística mejor que las anteriores, utilizando como pretexto una historia, unos acontecimientos ocurridos en el siglo IV, que le permitan conseguir nuevas habilidades y destrezas, para mejorar como director en el campo artístico del cine. "Ágora" es un medio para hacer buen cine y superarse como director?
¿Tiene la finalidad didáctica, docente, de utilizar el cine para lanzar la idea de la maldad de los fanatismos religiosos, de la intolerancia, de la utilización de la ignorancia por los poderosos para mandar y mantenerse en el poder, pretende que se valore la libertad de pensamiento, el interés por buscar la verdad de las cosas, por mantener la propia dignidad como persona? El film tiene oficio, está bien estructurado. Muestra el vuelco que da la sociedad en aquel siglo IV, oscuro. El cristianismo era una marea imparable, se impuso oficialmente. El Imperio Romano, de ser tolerante, pasó a ser represor de cualquier religión o pensamiento que no fuera el cristianismo, represor del judaísmo, del paganismo y del pensamiento libre, interesado por la ciencia, la naturaleza, por el saber. Este cambio se hizo con visceralidad e intolerancia.
Hipasia, profesora, que enseñaba el saber de la época y a descubrir la verdad, vio llegar el cambio y se opuso, mientras sus discípulos, preparados académicamente, aprovechaban sus conocimientos para ocupar puestos civiles o en la nueva jerarquía eclesiástica.
Los cristianos eran la muchedumbre de pobres, esclavos y marginados, ignorantes, que esperaban que esta religión les permitiera mejorar sus condiciones de vida. Sin embargo, las contradicciones de la Iglesia Cristiana eran muchas: luchas por el poder dentro de su jerarquía, predicaba hermandad, pero era agresiva con quien no pensara igual, sus dirigentes manipulaban las Escrituras, engañaban a sus fieles, los utilizaban como fuerza de choque para masacrar a los judíos, para destruir el Serapeum, centro cultural con museo biblioteca, escuela de filosofía neoplatónica, para incendiar la BibliotecaEn Alejandría no quedó rastro de lo que no fuera cristianismo: los judíos se tuvieron que ir e Hipasia fue desollada por una chusma de fanáticos cristianos ignorantes, achuchados por el patriarca Cirilo.
A Cirilo Amenábar le presenta como el obispo intransigente, vehemente, dogmático, agresivo, visceral, misógino, soberbio… A Hipasia como una mujer digna, tolerante, obsesionada por saber la auténtica verdad de los fenómenos naturales…A Orestes, discípulo de Hipasia, enamorado de ella, inseguro, busca la conveniencia, es el Prefecto de la ciudad…
También hay fallos.
Sólo hay una mujer, Hipasia, sobrevalorada, sin errores, superior a todos los hombres, que se mueven en sus miserias. Es criticable su “desprecio” por Orestes, por tener una relación sentimental con él. A Hipasia, Amenábar “la enamora y la casa” con la ciencia, tiene un amor “platónico” con los astros y los fenómenos naturales. Es difícil que una mujer en el siglo IV tuviese esa claridad de ideas que tienen las “feministas” actuales.
Cirilo, el patriarca, está bien retratado, pero la preparación que tenía y lo listo que era no cuadran con los sermones y argumentaciones, excesivamente toscas y simplistas de la película y con la “labia”, propia de un “bocazas”.
A Davo, el esclavo de Hipasia, Amenábar lo machaca entre los conocimientos que tenía -porque, aunque era esclavo, era listo y oía las enseñanzas de Hipasia-, sus dudas religiosas, su deseo de ser libre, el amor callado por su ama, su venganza de “clase”… Acaba atormentado. Es la víctima sentimental.
Algunos patinazos científicos, adelantando argumentaciones de Galileo y Kepler, que eran imposibles en el siglo IV. Hipasia entonces no los conocía como los conoce ahora Amenábar.
Amenábar pone demasiada muchedumbre por las calles, que van y vienen sin hacer nada, que no se les ve trabajar, harapientos, fanáticos, ignorantes, dóciles, atontados, manipulados…
Excesiva arquitectura, edificios falsos de cartón-piedra, mucha maqueta, que lleva al espectador a hacerse una idea falsa de Alejandría. Lo mejor, la valoración de la dignidad humana, del pensamiento libre, el interés por saber la auténtica verdad de las cosas, que llevarán al progreso, frente al dogmatismo, la intolerancia, el “pensamiento único”.
El final de Alejandría, de su Biblioteca, de Hipasia marca el inicio de la oscuridad y barbarismo de la larga Edad Media.
Sería bueno que la vieran la jerarquía eclesiástica actual y los predicadores de púlpito.
Amenábar, por su parte, sigue aprendiendo y superándose.

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