23 oct 2009

Las tablas de Daimiel arden

En pleno centro de La Mancha, en los términos de Villarubia de los Ojos y Daimiel, provincia de Ciudad Real, se encuentra el más pequeño de los Parques Nacionales (5.410 Has.) y el mayor masegar de Europa: Las Tablas de Daimiel. Las Tablas es un humedal, que funciona en especiales condiciones: clima extremo, suelos turbosos y limosos, aguas estacionales y salinas. En este contexto las formaciones vegetales son variadas: vegetación mediterránea, de ribera, talayares, masegares, carrizales, praderas de algas. Se constatan 3oo especies de plantas, siendo las más abundantes los mimbres, zarzales, leguminosas silvestres, ovas, juncos, eneas, carrizos, espadañas, limonios, tarays, calaminas, castañuelas, malvavisco… Por otra parte, estos humedales ejercen un papel fundamental sobre las aves acuáticas en sus traslados migratorios desde el frescor estival nórdico a los cuarteles invernales africanos. Las Tablas son parada y fonda en otoño y primavera de patos, gansos, cisnes, rapaces, grullas, golondrinas, tórtolas, ánades, mirlos, correlimos, vencejos, colibríes…
Antes de los años sesenta las amplias márgenes del Guadiana estaban encharcadas, sobre todo, de noviembre a junio. Había 35.000 Has. de humedales y las surgencias, los llamados Ojos del Guadiana, eran numerosas. Debajo del suelo, hasta 70 mts. de profundidad, está el Acuífero 23, con de 5.500 km2 de superficie. Sobre él se asientan más de 30 municipios de las provincias de Ciudad Real, Albacete y Cuenca, es uno de los mayores acuíferos de España. La recarga de este Acuífero procede de la filtración de las aguas de lluvia, de la filtración la red de aguas superficiales cuando los cauces están por encima del nivel freático y también de los flujos laterales de otros acuíferos adyacentes con los que interacciona, especialmente con el acuífero de la Sierra de Altomira (Acuifero 19) y con el acuífero del Campo de Montiel (Acuífero 24), bien a través de ríos o por transferencia subterránea.
La primera llamada de atención sobre este humedad se produjo en 1960 cuando expertos internacionales le calificaron con la categoría A, pidiendo medidas de `protección. Pero, lamentablemente, en España seguía vigente la Ley Cambó, que financiaba la desecación de humedales para “erradicar el paludismo”, enfermedad que ya estaba erradicada por entonces en España.
Una fiebre desecadora se apoderó de La Mancha en los años 60. Eran los años del desarrollismo. Las malsanas lagunas, improductivas, llenas de yerbajos y de bichos podían ser una inagotable fuente de riqueza y había que ponerlas en cultivo de regadío. Los agricultores se imaginaron montones de maíz, patatas, hortalizas y cartillas de ahorro, rebosando de números en las Cajas Rurales, que, a su vez, por interés, concedían créditos a mansalva. El progreso en forma de potentes explanadoras, niveladoras y excavadoras “Carterpiller”, que hacían ruido y echaban mucho humo, se ensañó sin lástima contra los indefensos humedales. Modernos ingenieros intentaron una red de canales radiales, que dado su coste, quedaron reducidos, menos mal, a canales lineales.
Esta locura irracional quedó frenada cuando en 1971 la España franquista, que se quería hacer notar en los organismos internacionales, firmó el “Convenio Ramsar para la protección de los humedales”, ofreciendo los que había en La Mancha y, finalmente, en 1973 Las Tablas de Daimiel” fueron declaradas Parque Nacional.
Sin embargo, las lagunas marginales, más pequeñas, formadas por desbordamientos en las crecidas de los ríos seguían desecándose, sin darse cuenta de la interdependencia de todos los humedales, lagunas y charcas entre sí. Los perezosos y zigzagueantes ríos se canalizaron de manera recta y profunda, los terrenos dejaron de estar empapados al bajar el nivel freático, la velocidad de los caudales aumentó, los encharcamientos disminuyeron, el agua empezó a correr más rápidamente hacia el mar, las perforadoras hundían sus barrenas horadando pozos… y las Tablas perdían aportes. Desde los años 70 la sequía generalizada agudizó el problema, la cabecera del Tajo fue perdiendo agua, los sedientos huertanos de la vega de Murcia exigían sucesivos trasvases y las lagunas y humedales de Daimiel se fueron reduciendo de extensión. Las 35.000 Has. de humedales en 1960 han quedado reducidas a 5.000 Has en la actualidad y el agua de las propias Tablas de Daimiel, ha pasado de ocupar una extensión de 15-20 km2 a tener menos de 1 km2 en la primavera, que, por cierto, es cuando más agua tienen.
El Gobierno autonómico desde los años 90 empezó a tomar conciencia, iniciando un lento proceso de recuperación de los humedales, legislando con medidas protectoras, comprando lagunas privadas, creando lagunas artificiales que retengan el agua, prohibiendo los pozos… Todo ha sido poco. Tras cuatro años sin agua, en las grietas, que hace unos años tenían unos centímetros, ahora cabe un hombre y en ellas los vehículos de los guardas quedan encallados. El peligro a desaparecer es real. Para colmo de males, desde este verano las Tablas de Daimiel están ardiendo. Los expertos lo explican así: Desde hace muchos años, bajo el agua de las Tablas se ha acumulado materia orgánica, principalmente de origen vegetal. En esas condiciones, sin oxígeno y empapada en agua, se forma la turba, una especie de carbón vegetal. Cuando el suelo se seca, la turba pierde agua, se encoge y agrieta el terreno. El aire comienza a circular por los huecos y la turba, formada en ausencia de oxígeno, comienza a oxidarse y se calienta. Cuando supera cierta temperatura entra en autocombustión, arde sola bajo el suelo. La autocombustión no es más que la oxidación a toda velocidad”. De donde debía haber agua sale humo, que solo se ve cuando la temperatura es baja. Las Tablas son fumarolas, chimeneas. Se han utilizado palas mecánicas, se ha llevado agua por tuberías desde pozos y unas bombas la lanzan contra las zonas que arden, pero hace falta un caudal ingente. Hasta el momento, todos los trasvases a Las Tablas se han realizado a través del río Gigüela; el último, un fracaso, pues sólo llegó al parque un 3,5% de los 20 hectómetros cúbicos del caudal desembalsado.
Lo peor, lo verdaderamente grave, es que al quemarse la turba el suelo perderá sus propiedades. Lo que era un lugar llano pasará a ser como un "paisaje lunar", un lugar con altibajos, con zonas hundidas. Bajo tierra, se perderá la capa que durante 300.000 años ayudó a retener el agua”, dice el director del Parque.
Ahora La Comisión Europea se ha puesto a investigar posibles vulneraciones de la normativa medioambiental en el Parque, ha pedido a las autoridades españolas que le informen de las medidas que han tomado para frenar la degradación de este humedal, porque está incluido en la Red Natura 2000 de espacios protegidos por la legislación comunitaria. A resultas, la Comisión decidirá si cierra el caso o lanza un procedimiento de infracción oficial contra España por no garantizar la protección de Las Tablas de Daimiel
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"La supervivencia de Las Tablas no es viable sin la recuperación del acuífero 23, sin la restauración del funcionamiento de un ecosistema, de la confluencia de las aguas dulces del Guadiana y las saladas del Gigüela. En todo caso, para recuperar Las Tablas necesitamos 30 años", afirma José Jiménez, director del organismo “Parques Nacionales”.
La prepotencia de los hombres, dice la Biblia, les llevó a construir una torre que llegara hasta el cielo, la Torre de Babel, pero Dios les castigó “confundiendo sus lenguas”: si el albañil pedía adobes le llevaban un martillo, si el carpintero pedía clavos le llevaban una pala… Ahora los ribereños del Tajo, los agricultores del Guadiana, el cambio climático, los pimentoneros de Murcia, el Gobierno Autonómico, los ecologistas…no se ponen de acuerdo y las Tablas se están muriendo.
Más que un castigo divino, es falta de inteligencia de los humanos.

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