28 may 2009

Una cornada para Lancho

Fue el sexto de la tarde, durante la vigésima corrida de la Feria de San Isidro. Tres cuartos de entrada. Los aficionados de las gradas esperaban un buen toro y un buen torero.
Era la gran ocasión para el joven torero Israel Lancho, de verde botella y oro, que buscaba fama, éxito, los hombros de un colega y, por supuesto, los tres apéndices del bicho.
"Ser o no ser". O la puerta grande o la enfermería
Se tiró a matar, pero el toro le esperó, su pitón entró, acelerado, por el hemitorax izquierdo y le zarandeó como un guiñapo, como si fuera un espantapájaros de trapo. Después rodó por el suelo.
Largo es el camino recorrido desde uro prehistórico al encastado actual: el toro, dicen, debe ser bravo, pero no fiero. ¡Cosa difícil!
La primera fiesta constatada se celebró en 1215 en Cuellar. Por aquellos años gobernaba el rey Alfonso X, que prohibió las corridas por dinero. Era un "rey sabio". Tres siglos despúes la fiesta nacional pasó los mares: En Méjico, recibieron la vuelta de Hernán Cortés en 1526 con una corrida.
¿Arcaismo, atavismo, salvajismo...?
Para Israel Lancho ahora la fiesta está aparcada: Es más importante su vida, que la fama.
En fin, más cornadas da la vida.

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