18 jun 2009

El espionaje español

A Alberto Saiz, el que organiza los recovecos del espionaje español, el director del CNI, le han llovido las acusaciones desde “El Mundo”: Ha realizado “obras” en su casa particular con dinero del CNI, el arquitecto, que se las dirige, es amiguete y el valor real de las obras el mucho mayor que el que él declara.
Limpia y pone a punto su piscina y barbacoa particulares con agentes y dinero del Centro, equipándoles con gafas de buceo, en vez de vaciarla.
Agentes del Cuerpo le tienen que limpiar dos todoterreno, después de los abundantes safaris y cacerías exitosas, pagadas con dinero público y su frigorífico siempre está a rebosar de carne de montería.
Trae partidas de patatas de familiares suyos en Galicia, que tienen que transportar sus agentes, y las acumula en el Centro hasta que las vende o regala. "Operación Cachelo”.
En cierta ocasión, exigió que le pusieran balizas a su barco, porque iba de pesca y el agente que se negó fue trasladando en castigo a Roma.
Autorizó la intervención del teléfono fijo de un amigo, porque tenía una empleada que hablaba muchas veces con su novio que vivía fuera de España. Para poder realizar las escuchas, le dijo al juez, que necesitaba realizar la manipulación del aparato para llevar a cabo una operación secreta del CNI.
Rubalcaba le cree y la ministra del Ejército, tras llamarle, no ve nada “extraño".
¡La leche! Esto parece un comic de Mortadelo y Filemón agentes de la TIA.
O los agentes, que se han chivado a “El Mundo”, no son discretos, debiendo serlo, o le tienen envidia a su jefe y rajan a diestro y siniestro o Pedrojota los “unta” bien o son tan buenos espías, que ponen en evidencia a su propio jefe.
O el director del CNI es tonto. En este caso, ¡qué lo echen! Recordemos a Amedo, chulo él, pagando de manera ostensible a los mercenarios del GAL en el hall del Kursal y cargando sus manirrotos gastos con tarjeta del CESID.
O Pedrojota es capaz de sacar petróleo de debajo de las piedras con tal de vender un ejemplar más de su diario. No parará hasta que no descubra otro Watergate.
¡Mientras tanto, qué bien nos lo pasamos los que aún leemos a este intrepido periodista! ¡Carnaza, carnaza!

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