14 jun 2009

El guardaespaldas de Fraga Iribarne

Rodolfo Almirón fue un matón de mucho puño y poca lucidez, un pibe argentino “echado pa´lante”. Al casarse con la hija del subcomisario Morales, del servicio de seguridad de Juan Domingo Perón, encarriló su vida por el mantenimiento del orden, aunque, mas bien, habría que decir del desorden, porque con otros policías del mismo talante crearon un grupo en connivencia con la banda de un delincuente, el “Loco Prieto”, dedicado a secuestros, contrabando, drogas, trata de blancas….
Como suele ocurrir entre mafiosos prepotentes, ambos acabaron a tiros, pero mientras los policías solo fueron juzgados, los del “Loco Prieto” acabaron muertos de manera extraña.
Almirón y su suegro fueron separados del Servicio Policial.
Cuando el "Gran Perón" e Isabelita volvieron a la Argentina en olor de multitudes, ambos expolicías, se incorporaron al servicio de seguridad personal del ministro de Bienestar Social, López Rega, “el Brujo”, el fundador del grupo de extrema derecha, ” la Tripe A”, célebre por sus asesinatos selectivos, cuyos cadáveres siempre aparecían en vertederos.
Cuando a López Rega, peligroso por su poder y sus actividades, le obligaron a dimitir y le dieron un cargo diplomático para alejarle de forma sutil de Argentina, Almirón le acompañó como guardaespaldas, pero enseguida le dejó para trabajar en la empresa de seguridad de Antonio Cortina, hijo del ex ministro de Franco, que tenía amistad con López Rega.
Almirón aprovechó sus contactos para casarse con una ex azafata y gestionó la nacionalidad española. Pero el gran pelotazo fue convertirse en el jefe de la custodia personal del dirigente español Manuel Fraga Iribarne, a la vez que mantenía relaciones con Stefano delle Chiaie, neofascista italiano relacionado con la Operación Gladio, la red anticomunista de la OTAN durante la guerra fría y, precisamente, con los matones del italiano estuvo en los "sucesos de Montejurra", donde varios neofascistas mataron a dos carlistas de la facción de Carlos Hugo. Fraga era ministro del Interior.
Pero a todo cerdo le llega su “sanmartín”. A él le llegó en 1983, al trascender en la prensa sus antecedentes. Todos sus contactos le dejaron plantado y tuvo que vivir de manera discreta del sueldo de azafata de su esposa, luego como camarero en Cuenca y, finalmente, como cajero en una cafetería de la Plaza Mayor de Madrid hasta su jubilación.
En 2006 dos periodistas de “El Mundo” le encontraron en una casa de mala muerte, en un barrio de mala muerte de un pueblo de Valencia, Torrent. Fue detenido, extraditado a Argentina y pasó a ser reo en un proceso que no finalizó nunca por caer enfermo.
Hace unos días acabó su vida, de muerte natural, en el hospital.

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