28 jun 2009

La Cruz Roja

Unas 10.000 personas, sobre todo jóvenes, han acudido a Solferino (Italia) para conmemorar el 150 aniversario de la “Cruz Roja”.

El momento más emocionante ha sido cuando han rodeado el pueblo, mediada la noche, en un círculo, llevando antorchas encendidas.

Fue el 24 de junio de 1859.
Las naciones empujaban sus fronteras, ensanchando el país y ampliando espacios, el movimiento nacionalista explosionaba en toda Europa, inútil había sido el ahogo que había impuesto el Congreso de Viena en 1815, la soberanía nacional, idea de la Revolución Francesa, era imparable, los grandes imperios eran incapaces de sofocar las llamaradas separatistas, alemanes e italianos suspiraban por convertirse en naciones. Nacionalismo y liberalismo hervían en Europa.
Concretamente, el multinacional Imperio Austro-Húngaro era retado por un minúsculo país, Piamonte, catalizador de la “Unificación Italiana”. Napoleón III, emperador francés, dejaba hacer, mientras firmaba en Plombières con el astuto Cavour, primer ministro de Piamonte, un acuerdo contra el imperio danubiano que ocupaba el norte de Italia.
Solferino era entonces un pueblecito sobre las fértiles morrenas terminales del Garda, lago alpino de origen glaciar, a medio camino entre Brescia y Verona.


Allí 118.000 soldados franco-italianos se enfrentaron a 100.000 soldados austriacos. Durante dos días estuvieron tanteándose, buscando las mejores condiciones para la batalla. El día 23 de junio los austriacos ocuparon el pueblo con las colinas laterales y esperaron. Al día siguiente el choque fue brutal desde la salida del sol. No había manera de desalojar a los austriacos, hasta que a media tarde cedió el centro de sus líneas y los italianos ocuparon el pueblo. Una tormenta aceleró la huída desordenada de los austriacos, dejando heridos y pertrechos.
Fue el primer triunfo del nacionalismo italiano, pero en el campo de batalla quedaron 6.000 muertos, 23.000 heridos y unos 10.000 capturados y desaparecidos de ambos bandos.


Henry Dunant estaba allí y, asustado y conmovido por el abandono y dolor de los heridos, organizó la curación y cuidado de heridos movilizando a la población, sobre todo, femenina, de Solferino y pueblos vecinos. Era un calvinista practicante, suizo de Ginebra, hombre de negocios, activista y humanitario social. Meses después de la batalla escribió el libro “Souvenirs de Solferino”, que sería el punto de partida de una “…asociación, formada por voluntarios entusiastas y cualificados, que cuidase y curara de los heridos…”


Cinco años después, en 1965, 15 países elaboraron el primer "Convenio de la Cruz Roja” con sus estatutos, basados en los principios de “humanidad, imparcialidad, neutralidad, carácter voluntario, independencia y universalidad.

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