7 ago 2009

La memoria histórica

Un día de agosto de 1936, Gerardo, que hoy tiene 82 años y que vivía en un cortijo del término municipal de Villanueva de la Vera, vio un brazo que asomaba del suelo. Tan asustado estaba, que lo enterró y no dijo nada hasta cuarenta años después. La tarde anterior algunos cabreros de la zona escucharon tiros. Curiosos ellos, fueron hacia su procedencia y a lo lejos vieron como, a toda prisa, media docena de personas realizaban un enterramiento, que también quedó cerrado en sus memorias. En 1979, ya en democracia, uno de los cabreros a primera hora de la mañana fue, en línea recta, firme, al juzgado de Jarandilla a declarar oficialmente que conocía el paradero de unos habitantes del pueblo fallecidos en el 36.
Aquel verano del 36, las tropas “alzadas gloriosamente” en África subían pegando tiros a gran velocidad por Extremadura, poniendo alcaldes fieles a la sublevación en aquellos municipios que eran izquierdosos, devolviendo las propiedades colectivizadas a sus dueños y “metiendo zoriza” a los que no podían huir.
Durante aquel caluroso agosto por la comarca de la Vera campaban triunfantes “las derechas”, esperando a los africanos. En uno de los pueblos, Talaveruela, los falangistas, el cura y el alcalde, significado extremista, puesto a finales de julio en sustitución del alcalde rojo que había, acordaron que “en este pueblo no habrá ni rojos, ni juicios”.

Anastasio Arroyo Gironda, aquel verano del 36 tenía 33 años y era destituido como alcalde de Talaveruela. Lo había sido desde 1934, por el Partido Socialista, primero, y desde febrero por el Frente Popular. Su amigo, Pedro González del Hoyo, de 22 años, no tenía afiliación política, pero acompañaba a Anastasio en los mítines de la comarca, porque era buen “cantaor” de flamenco y atraía asistentes. Ambos eran muy conocidos en la zona. Parece ser que Anastasio tenía algún conflicto con un médico de Madrigal, que también ejercía de médico en Talaveruela
El 18 de agosto de 1936, una partida proveniente de Madrigal de la Vera fue a por Anastasio y Pedro. Las “fuerzas vivas” de Talaveruela no estaban presentes, para dejar hacer, cuando se los llevaron presos a Madrigal. A Anastasio le ataron a la ventana del médico antes citado. Cuando bajó la tarde, junto a otros tres detenidos lo subieron al camión los guardias de asalto y falangistas, diciendo que los llevaban a la prisión de Mérida. Nunca llegaron. Antes de llegar al siguiente pueblo, Villanueva de la Vera, en el paraje conocido como "Aguasfrías", pararon el camión y les hicieron bajar. Les hicieron cavar su propia tumba y los ejecutaron. Anastasio dejaba un niño de nueve años. Pedro una pequeña de cuatro meses.

Este jueves comienza la exhumación de la fosa donde fueron enterrados, a toda prisa.

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